Por fin. Tras muchas
horas de entreno, más de 400 km nadados en 8 meses, bastantes travesías a
mis espaldas y sobre todo muchas ganas y mucho apoyo de los que tengo cerca, el
pasado día 15 conseguí cruzar el estrecho de Gibraltar nadando.
Vista del estrecho desde el puerto de Tarifa. Marruecos al fondo |
Llegar a ese día fue
tanto un proceso individual como de grupo. El lujo de formar un grupo de amigos
desde el primer día, con Sandra, Jordi, David, Martí, Jose, Anna, compartiendo un
objetivo, ha sido lo que ha mantenido viva la motivación durante todos estos
meses. Empecé a entrenar en serio en Enero, todo y que fue en Noviembre cuando
decidimos tomar parte de esta aventura. A partir de principio de año todos
empezamos a ponernos las pilas. Cenas en el Timesburg, notas de whatsApp,
correos, quedar para nadar y participar juntos en varias travesías, ha hecho
que al final el proyecto del cruce pasara de un proyecto de cada uno a un
proyecto de todos. En mi caso ha sido con David Marimon, Martí Colet y José
Lecha con los que, desde el primer entreno convocado por Neda el Mon para hacer
los grupos de cruce, hemos conseguido consolidar el ya famoso ROMBO, nadando
juntos, ordenados y aun ritmo en el que todos nos encontramos cómodos. Parecía
imposible cuando los primeros días Jose todavía se quedaba atrás, David iba
como una moto con sus entrenos, Martí nos sacaba cuando daba de pies un cuerpo
de ventaja o yo no era capaz de mantener un ritmo tranquilo a la que me ponía
delante. A finales de junio el Rombo funcionaba a la perfección.
El lunes nos había citado
la organización de Neda el Mon a las 5:45 en el aeropuerto. Madrugón desde
casa, compartiendo taxi con David. A las 7:00 salida del vuelo hacia Málaga y
desde allí traslado en autocar hasta Tarifa. En Málaga nos informaron que el
primer grupo que iba a enfrentarse al reto, formado por Jordi Crespi, Joan
Caneti, Joan María Cámara y Javier Santos (el de Madrid) tenía muchos números
de cruzar en cuanto llegáramos. Nervios a tope!! Íbamos a estar una semana en
Tarifa, y durante esos 7 días debíamos cruzar 3 grupos: el de Jordi, el Rombo y
el de las chicas (Sandra, Anna, Mireia y Núria). La cosa está apurada, porque
en el estrecho las condiciones no siempre son buenas para poder nadar.
Corrientes, mareas y viento son factores claves que pueden hacer que una
travesía acabe en éxito o fracaso. Ha habido casos en que después de una semana
se ha tenido que regresar a casa por no haber un solo día bueno. Cuando la
ACNEG (Asociación de Cruce a Nado del Estrecho de Gibraltar) dice que se puede
cruzar hay que ponerse firmes y las pilas.
La ACNEG es la única
empresa que dispone de permiso para cruzar nadadores de un lado a otro. Al
principio, y sinceramente pensé que menudo monopolio tenían montado, pero
después de haberlo cruzado y ponernos en sus manos, puedo decir que son muy
buenos profesionales, y que su experiencia, en especial la de Antonio Montiel,
es la que hace que muchos cruces se consigan. Cuando estás allí cruzar el
estrecho no es como muchas travesías en las que con una barca y buena voluntad
vas haciendo… allí hay que mirar las corrientes, la velocidad de los nadadores,
controlar los barcos (peazo barcos!!!)… y al final interpretar si se puede o no
conseguir el cruce. Si se llega a Perejil, punta Almansa, te vas directo a
Ceuta, te vuelves a Gibraltar o sencillamente si te puedes quedar nadando
contracorriente sin avanzar un metro. Todo eso lo domina Antonio.
Todo el grupo recién llegados al aeropuerto de Málaga |
Total, que la ACNEG decía
que se podía cruzar y allá iba nuestro primer grupo, con el sueño del madrugón,
poca comida en el estómago y todavía descolocado. Salida a las 11:30 de la
mañana, mar un poco movido y mucho nerviosismo, tanto de los que iban a cruzar
como del resto que nos quedábamos en tierra y teníamos que esperar turno.
Cuando salieron fuimos a alojarnos en el Hostal Alameda, situado a escasos 50 m
del puerto, deshacer equipajes y luego a comer. Estuvimos siguiendo toda la
travesía a través de la web www.vesselfinder.com,
siguiendo las evoluciones del Columba, que es el barco de la organización en el
que iba Antonio dirigiendo todo el cruce. Al cabo de poco más de 5 horas
llegaban a Perejil (no sé si eso cuenta como Marruecos, aunque supongo que sí
como África, jejeje). Al cabo de casi una hora llegaban que no cabían en sus
cuerpos y fuimos todos a recibirlos. Exitazo del primer grupo. Ahora nervios
para el segundo… el rombo empezaba a temblar.
El rombo: Jose, David, yo y Martí |
La ACNEG comentó que era
posible que pudiéramos cruzar al día siguiente, el martes, pero que tenían que
confirmar la previsión. Esa noche a las 22:00 nos dirían algo. Para cenar
hidratos a tope, en una pizzería muy recomendable cerca del Hostal, en la misma
Avenida Constitución. Cuando acabamos fuimos a dar un paseo, y llegaron
noticias del ACNEG: la salida se confirmará mañana a las 10, hay muchas
posibilidades de que se salga. Fuimos a dormir pronto, y al día siguiente, a
las 10:00, después de haber pasado por el bar de la Churrería ya habíamos
desayunado todos. Al poco rato nos confirmaron que saldríamos a las 11:30.
Subida a la habitación, coger
los avituallamientos (en mi caso a base de una pasta que preparé con higos,
orejones, anacardos, nueces, dátiles, canela y avena y 5 bidones de líquido
hidratante con gel). También cogí una pequeña piedra de Noe que mi amigo Álvaro
me había dado para que me acompañara en el cruce. Estas piedras las pinta Noe,
para que la gente las llevé a sitios donde ella no puede llegar. Me la puse
debajo del traje, en el antebrazo izquierdo, y no me iba a dejar hasta
Marruecos.
Salimos a la calle como
si fuéramos toreros en la plaza, enfundados en los neoprenos y acojonados. En
el puerto últimas instrucciones de Antonio, fotos con los compis y a las 11:15
salíamos del puerto ya con el barco hacia la isla de las Palomas, donde iba a
empezar la travesía. Al salir del puerto ya me di cuenta de que la cosa estaba
movidita. Nos situamos a unos 20 m y Antonio nos dijo que al agua, y con
cuidado que está fresquita. ¿Fresquita? ¡A 16º estaba el agua!. Saltamos uno a
uno de la barca y fuimos nadando hasta las rocas. Allí tocamos tierra con más o
menos fortuna en medio de las olas que rompían y sonó el pitido que indicaba el
inicio del cruce. Como un reloj, clac, clac, clac, formación del rombo y
empezamos a nadar hacia mar abierto, detrás de la barca del ACNEG. Martí
delante, Jose y David a los lados y yo a pies detrás. Pim, pam, pim, pam. El
primer tramo las olas estaban más subidas de lo que parecía desde fuera. Por un
momento pensé que si tenía que ser así durante más de 5 horas lo iba a cruzar
su tía. Al cabo de unos 30 minutos la cosa cambió como por arte de magia, y las
olas se ordenaron de repente, haciéndonos subir y bajar pero sin tanto
salpicón. Eso me animó.
El rombo nadando en medio del estrecho |
Toque de silbato y primer
avituallamiento más o menos a los 50 minutos de travesía. Todos a la zódiac que navegaba a
nuestro lado todo el rato a por la manduca. Teníamos 45 segundos para engullir
y beber todo lo que pudiéramos. No nos dejaban más tiempo para evitar la deriva
producida por la corriente y así desviarnos lo mínimo de la línea recta que nos
podía llevar a Punta Cires, el punto del otro lado más cercano a la salida
(15,5 km). Cambiamos nuestras posiciones, Jose delante, Martí y yo al lado y
David detrás. El rombo avanzaba a la perfección. Animado por el ritmo y las
sensaciones llegamos al segundo avituallamiento. Bolinga de calorías, líquido y
a nadar. Ahora pasé yo encabezando el grupo. Qué pasada!!! Al poco rato agarrón
de tobillo. Me iba del grupo. Bajada de ritmo, reagrupación y seguimos. Nuevo
tirón. Jose tenía problemas para seguir. David dijo aquello de que “casi que
paso yo delante”. Resignado me puse a un lado… seguimos nadando y era claro que
a Jose le pasaba algo. Faltaba todavía un huevo pues justo acabábamos de
atravesar el primer “autopista” de barcos que circulaban del Mediterráneo al Atlántico.
Tráfico marítimo en el estrecho. Salida en el punto señalado, posición del Columba |
Durante la travesía
teníamos pocas referencias de nuestro avance. Por un lado los avituallamientos,
que más o menos debían producirse cada 45 minutos, y que nos daban idea del
tiempo transcurrido. Por otro la dirección de los barcos que íbamos viendo
cerca. Dado que el estrecho es uno de los puntos con más tráfico marítimo
del mundo, éste se organiza como una carretera. En el lado español circulan por
un carril imaginario paralelo a la costa los barcos que salen del Mediterráneo,
y por el lado marroquí los que entran. Evidentemente nosotros teníamos que
atravesar por en medio de todos, con prioridad total sobre esas bestias que
veíamos y que debían desviar su rumbo para no arrollarnos. Eso nos daba varias
referencias: superados los barcos que venían por la izquierda habríamos hecho
más o menos una cuarta parte del recorrido. Cuando superáramos a los que venían
por nuestra derecha ya estábamos en el último cuarto. Finalmente, y quizás la
más importante era cuando en la barca del ACNEG que nos guiaba se ponía el el
pabellón de Marruecos (la bandera vaya) indicándonos que estábamos a medio
camino. El resto era agua, fondo oscuro, nadar y nadar.
Total que cuando a Jose
le cogió la pájara justo acabábamos de superar los barcos que venían por la
izquierda (poco más de la cuarta parte la travesía). El rombo entró en crisis,
y todos bajamos el ritmo. Por suerte ni desde la zódiac ni desde la barca del
ACNEG nos apretaban para que nadáramos más rápido. El resto de la travesía fue
ir viendo cómo animar a Jose y cómo ordenarnos mejor para no separarnos e ir
ganando millas. Martí, con sus ganas de ayudar de siempre, al lado de Jose, y
yo y David un poco por libre manteniendo una distancia corta y acercándonos de
vez en cuando para relevar a Martí. Jose por su lado como una barcaza del
Mississipi paleando y avanzando como podía. Luego Jose nos confesó que estaba
hasta los cojones de que Martí se le pusiera en medio y le diera golpes, y que
David, en una de sus diagonales de aproximación, le había dado con el pie en un
dedo y se lo había puesto mirando al cielo. Total, que Jose ya iba tocado y
entre todos nos habíamos propuesto rematarlo, y todo sin saberlo.
Avituallamiento en medio del mar |
Llegamos así al cuarto y
último avituallamiento. Se veía ya el final, y tanto Susi (que me había pasado
la comida durante las paradas) como el piloto de la zódiac que eran del ACNEG
como Oriol de Neda el Mon, no paraban de animarnos. Mil gracias a los tres por
vuestro constante apoyo. La costa estaba muy muy cerca. Los últimos 1.000
metros fueron muy emocionantes. Por mi cabeza pasaban todos aquellos que me
habían animado y apoyado a hacer la travesía, en especial mi padre, al que
cuando le conté en Enero lo que iba a hacer me miró con aquella cara de padre
orgulloso que no tiene precio, y que cada día que iba a verle me preguntaba
como iban mis entrenos. No se lo he podido contar, pero seguro que sabía que
estaba apunto de conseguirlo. Las olas eran grandes, pero nos venían casi por
detrás, sin frenarnos. Algunas nos pasaban por encima, pero la mayoría nos
hacían avanzar más rápido y algunas las podíamos surfear.
No estábamos solos... |
Los últimos metros fuimos
en línea David, Martí y yo, y Jose, en su batalla particular, avanzaba más a la
izquierda, en su permanente afán de llegar más al este. Momentazo mágico cuando
llegamos a tocar la roca. Mano al aire y sonido de silbato que no hacía más que
reafirmar que habíamos alcanzado nuestro objetivo. David intentó subir a una
roca, pero una ola se lo llevó. Yo quería y tenía que ponerme de pie.
¡¡¡¡Lo conseguí!!!!!
Miré al cielo y levanté
los brazos. Viví una de las mayores satisfacciones que nunca había sentido. ¡¡Lo
habíamos hecho!!, ¡¡habíamos cruzado el estrecho!!, ¡¡estábamos en Marruecos!!.
Duré apenas dos segundos, pues noté un mareo y me fallaron las piernas. Al agua
de nuevo!!. 5 horas y 9 minutos nos había costado nadar los 18,7 km que
finalmente recorrimos.
Desde el agua saqué la
piedra de Noe de mi brazo, y como pude la lancé a la orilla. Tomé la
geolocalización por si alguien algún día quiere venir a buscarla y a lo mejor
llevarla otra vez a España, y me alejé de la costa. A pocos metros nos esperaba
la zódiac para llevarnos en plan comando, colgados dos a cada lado, hasta la
barca principal del ACNEG.
Volvemos!! |
Cuando subimos rezumábamos
satisfacción, felicidad, orgullo y emoción. Momentazo. Cuando Jose se sentó nos
dimos cuenta de lo que le había pasado en la travesía. Justo a la salida, una
ola lo había llevado contra las rocas, y el traje se le había abierto por la
entrepierna. Afortunadamente todo lo demás e importante no había sufrido daños.
Suponemos que al ir nadando el corte del traje se fue abriendo, hasta que
pasado el segundo avituallamiento, empezó a entrarle agua restándole flotabilidad.
¡¡El tío había aguantado casi 3 horas así!! ¡¡Una bestia parda!! ¡¡Olé tú!! Luego
nos reconoció que suerte que no sabía lo que le pasaba, porque si hubiera sido
así probablemente hubiera abandonado. Menos mal.
Recepción de lujo a la llegada a Tarifa |
De regreso con la barca nos
dimos cuenta de la barbaridad que habíamos nadado. Si lo llegamos a ver antes igual
ni nos lo planteamos. A lo lejos delfines, y poco a poco la costa marroquí
desaparecía a nuestras espaldas. A la llegada a puerto nuevo momento de gallina
de piel. El resto del grupo nos esperaba con aplausos al final del muelle. ¡¡Qué
pasada!!
Abrazos y felicitaciones,
lo habíamos hecho. Aahora nos tocaba animar al grupo de las chicas que acabaría
por cruzar el jueves 17 de septiembre, en una travesía épica, con muchas
corrientes, que las tuvo en el agua 6 horas y 40 minutos, recorriendo más de 24
km.