miércoles, 21 de octubre de 2015

Travesía Medes-Formigues. Neda el Món. Octubre 2015

Si algo puede dar idea de lo que es la travesía Medes-Formigues es lo que de camino al Estartit me dijo Jose que le había explicado a un amigo suyo: cuando te levantes el domingo por la mañana a las 8:00 para salir en bicicleta yo ya llevaré media hora nadando. Probablemente te dará pereza levantarte, y alargarás el sueño una hora más. Cuando te levantes a las 9:00 yo todavía estaré a medio camino de cruzar la bahía del Estartit. Desayunarás, cogerás la bici y cuando vuelvas después de 3 horas yo seguiré todavía nadando. Te dará tiempo de poner la mesa, preparar la comida y hasta de comer. Posiblemente, a eso de las 15:30, cuando acabes el resopón, y sólo entonces, es probable que yo llegue a les Formigues, después de 8 horas seguidas de nado. El tema fue que en nuestra travesía Jose se olvidó de decirle que a su amigo le daba tiempo hasta de hacer una siesta de pijama y orinal de 2 horas o hasta de ver Avatar por la tele ya que estuvimos 10 horas braceando.

Martí fue el que la lió. Después de nuestro éxito en el estrecho el Rombo estaba lanzado, y bastaron 3 líneas de whatsapp para convencernos a David, Jose y a mí para consultar a Neda el Món si podíamos participar en la travesía de Medes-Formigues. En nuestros entrenos para el Estrecho habíamos coincidido con parte de las personas que iban a hacerla, entre ellas Raül Romeva, que por razones obvias tuvo que ceder su plaza, y no nos dio la sensación que el entreno fuera muy diferente ni que tuvieran mucha más carga que nosotros. Después del Estrecho no sabíamos de qué mejor manera podríamos haber preparado la travesía. De hecho el Estrecho lo podríamos considerar en cierta manera un último entreno antes de afrontar la prueba más dura que se hace en Cataluña: recorrer los 22,3 km que separan las islas Medes de las islas Formigues, 4 km al sur de Calella. 


En el último momento nos confirmaron las plazas, y a mediados de semana ya estábamos pendientes de la previsión meteorológica preguntándonos cuando iba a amainar el temporal de levante que durante toda esa semana había afectado el litoral. El jueves nos dijeron que finalmente la travesía estaba programada para el domingo. Hora de encuentro 6:00 AM, y salida desde Medes a las 7:30. ¡¡¡Menudo madrugón!!!

Por la mañana allí estábamos los 4, enfundados con nuestros trajes de luces y acompañados por Ari, que se había ofrecido a darnos soporte y hacer fotos. Al final acabó dándonos hasta el avituallamiento. Gracias Ari por tu apoyo continuo.

En el briefing de salida estábamos 40 nadadores, de los que 16 eran unos irlandeses que habían venido expresamente a hacer esta travesía. La organización había hecho grupos en función de nuestra velocidad de crucero. Nosotros estábamos en los de 3 Km/h, junto con 4 nadadores más. Cada grupo íbamos a tener una barca que nos iba a seguir y a darnos en avituallamiento. La logística iba a ser la misma del Estrecho, con avituallamientos cada 45 minutos.

A las 7:00 salíamos de puerto en barcas, dirigiéndonos a las Medes. Todavía era de noche. Nervios, silencio y un poco de mar de fondo. En el horizonte se intuía la salida del Sol. Nunca había comenzado una travesía en estas condiciones, y realmente es espectacular. Una vez en Medes salto de la barca y a tocar la roca (esto me sonaba…). Al cabo de pocos minutos dieron la salida a la prueba. Eran las 7:30 AM. Nos fuimos agrupando y al poco rato nadábamos los 8, todavía de noche, en dirección al cabo de Begur que se intuía a lo lejos. El Rombo volvía a la acción.
Desde la barca camino a la salida
La primera hora fue bien, con una espectacular salida del sol y buena temperatura, pero al poco rato el grupo empezó a romperse. Desde un inicio uno de los nadadores se quedaba descolgado, y costaba mantener a todo el grupo unido. En el primer avituallamiento nos dimos cuenta que nuestro ritmo era muy bajo. Teníamos claramente corriente en contra. Al cabo de más o menos una hora y media teníamos la primera baja. Antes de llegar al cabo de Begur dos nadadores más abandonaron: una chica inglesa que vive en Barcelona porque se encontraba mal y el otro porque no estaba fino nos dijo. El Rombo seguía bien, pero avanzábamos muy poco. El mar cada vez estaba más movido… No os preocupéis - nos dijeron desde la barca - cuando lleguéis al cabo de Begur todo cambia. Es otro mar… Más valía pensé…
Nadando por la bahía del Estartit
Llegamos al cabo de Begur. Nos había costado muchísimo tiempo cruzar la bahía del Estartit. Mentalmente fue una prueba muy dura ver el cabo como meta durante todo este tiempo sin poder alcanzarlo. Justo cuando estábamos enfrente paramos a avituallarnos. Yo seguía con mi dieta de “conglomerados” de nueves, anacardos, higos secos, dátiles, orejones y avena que tan buen resultado me había dado en Gibraltar. Me obligaba a beber lo máximo que podía en cada parada de una mezcla de líquido con sales y gel.

¡¡¡Estáis a la mitad!!!... A LA MITAD!!!! Pero si llevábamos 7 horas!!! Mentalmente recordaba una travesía que había hecho este mismo año, desde Llafranc hasta Aiguablava. La había hecho en unas 2 horas. Aiguablava estaba un poco más al sur del cabo de Begur, así que no me salían las cuentas… 1 hora hasta Aiguablava, 2 horas hasta Llafranc, y 1,30 horas hasta Formigues. Esto nos lo pelamos como mucho en 4 horas y media, y más si el mar cambiaba. Ni mitad ni ostias, esto está hecho…

Cuando volvimos a arrancar…el cabo se había movido!!! Teníamos que volver a alcanzarlo y pasarlo, porque durante el escaso minuto que estuvimos tomando algo, la corriente nos hizo retroceder un trecho importante. Desesperante…

Seguíamos nadando a buen ritmo, pero nuestro avance era escaso.!!! Joder con la corriente en contra, no íbamos a llegar nunca!!!

En el siguiente avituallamiento cayeron Jose y el último nadador invitado de nuestro grupo. David, Martí y yo quedamos sorprendidos, sobre todo porque Jose no había dado ni una señal de encontrarse mal y no poder seguir el grupo, pero respetamos su decisión.¡¡ Que no decaiga, que no decaiga!!! Me decía a mí mismo… Sólo quedábamos el Rombo… y no al completo.

Desde la barca nos gritaron que parecía que el tema de la corriente iba a cambiar, y que los grupos de delante habían notado una ligera corriente a favor. A mí ya me valía con que no hubiera corriente, así podríamos avanzar normalmente.

… y una leche!!!

Seguíamos al mismo ritmo penoso, y efectivamente con otro mar diferente al de la bahía del Estartit…peor. Pensaba en el abandono de Jose, de los otros 4 nadadores del grupo, y de que sólo quedábamos los tres.

En el siguiente avituallamiento tuve la sensación de que íbamos muy solos. No se veía ninguna otra barca de los otros grupos. Ari nos puso al día del resto de los grupos. El nuestro iba ahora en segundo lugar, y nos dijo el montón de gente que había abandonado. ¡Menudo panorama! Cuando íbamos a volver a arrancar desde la barca nos gritaron que esperáramos, que venía más gente hacia nosotros. Esperamos. Se trataba de dos chicas del grupo de irlandeses. ¡Una iba sin neopreno! Menuda máquina. Luego nos enteramos que se dedica a hacer travesías extremas, con temperaturas bajas y muy largas. Cuando llegó a la barca empezó a vociferar preguntando (eso es lo que creo que entendí, entre el cansancio, las olas y el viento), sobre su bebida caliente. Lo estaba pasando fatal, porque tenía un frío de la leche. Creo que ya había encontrado su sensación extrema en la prueba… Pobre Ari, y ¿qué sabía ella de su bebida caliente?. Le dieron algo de nuestros potingues, plátanos y líquido supongo, que era lo único que teníamos, y seguimos nadando. Nos dimos cuenta enseguida que con las chicas llevábamos un ritmo desigual, y nos fuimos distanciando. La chica que llevaba neopreno se iba quedando atrás, y la otra daba la sensación de que prefería seguir su guerra en solitario. Nos seguía más o menos a la misma altura, pero siempre un poco más mar adentro que nosotros… 

Fue en ese momento cuando apareció uno de mis temores: mi hombro izquierdo reclamaba su protagonismo, y cada vez me dolía más. Hice lo de siempre, pensar en otra cosa e intentar optimizar mis brazadas para forzarlo lo menos posible, pero el tío seguía ahí… run, run… run, run…

Cuando volvimos a parar le pedí a Ari algo para el dolor muscular. Y como no, salió el famoso Enantyum, el antiinflamatorio que tantas veces habíamos comentado entre nosotros. El premio Nóbel deberían darle al señor Enantyum, el premio Nóbel!!!. Al poco rato se me había pasado el dolor y nadaba con normalidad, a buen ritmo y animado. El Rombo (o lo que quedaba de él) se deshacía. Tras mi dopaje yo iba en cabeza a buen ritmo, luego Martí, y finalmente David a un ritmo más lento pero constante. El mar empezada a picarse, y el viento a subir…
Nueva parada y sin dudarlo me tragué una biodramina, por si las moscas… Desde la barca nos dijeron que no había llegado nadie a Formigues, y que desde la organización le decían que veían complicado que nadie lo consiguiera. – Detrás vuestro ya no queda nadie- nos gritó Ari – ¡¡Todo el mundo ha ido abandonando!! -

Nos volvimos a poner en marcha, y en mi cabeza, resonaban tambores de épica, pensando que sólo los tres, después del año excepcional en el que habíamos cruzado el Estrecho, lo íbamos a conseguir. Teníamos que hacerlo, ¡¡¡Vamos!!! Pim, pam, pim, pam, una brazada, otra, un trago de agua… una brazada, otra…

Al cabo de un buen rato, con corriente, olas y viento en contra, empecé a tener dudas de si realmente podíamos conseguirlo. Tomé una referencia en la costa, acabábamos de pasar por Tamariu, y seguí nadando, nadando y nadando, y volvía a mirar y allí seguía Tamariu. Hombre, es muy bonito, pero no nos podíamos quedar, teníamos que avanzar… no era imposible, pero sí penoso. Primera levantada de cabeza y análisis de la situación. ¡¡¡Se veían las Formigues!!!, pero antes calculo que a 1,5 km teníamos que alcanzar el cabo de Sant Sebastià. Todavía teníamos que llegar allí, y luego, tirarnos a mar abierto unos 4 km más hasta Formigues. Con lo que avanzaba no sé cuántas horas iba a estar. Desde luego no menos de 3 – Vamos a probarlo – me dije.

Creo que me costó un par más de levantadas de cabeza, de análisis de las condiciones y de mirar la hora, el darme cuenta que llegar al objetivo era casi imposible. Esperé a Martí y le dije que abandonaba. Llamé a la barca para que se acercara, y subí, dándome cuenta de que estaba fuera del agua, había dejado de nadar, y que por supuesto no iba a tocar Formigues. ¿Frustración? La justa. Llevaba casi 10 horas nadando, mi cuerpo había aguantado muy bien y sinceramente, había disfrutado de cada brazada. Haber llegado a Formigues hubiera sido la leche, pero cuando no se puede no se puede… Ahora tocaba animar a Martí y a David, que todavía seguían braceando testarudos mirando a las Formigues.

Desde la barca se veía todo diferente. El oleaje y el viento se percibían en toda su magnitud. El avance penoso y lento de la barca, era fiel reflejo. A nuestro alrededor no se veía a nadie más. Las dos chicas irlandesas que nos habían seguido al parecer habían abandonado hacía rato. Quedábamos sólo Walter (el que tripulaba la barca), Ari, yo fuera del agua y Martí y David todavía nadando. Martí a un ritmo más rápido, lo que provocaba que entre ellos la distancia cada vez se hiciera mayor. Cuando con la barca íbamos a animar y ver como estaba uno costaba luego ver donde estaba el otro, y llegar, no menos de 5 minutos. Insistí a Walter para que llamara a la organización para que trajeran otra barca, porque con sólo una era muy difícil controlarlos a los dos.


Pasaron unos 20 minutos cuando Martí dejó de nadar. Nos miró y se quitó las gafas. Había decidido también dejarlo. Fuimos hacia él y subió a la barca. Me imagino que por su cabeza pasaron sensaciones y emociones semejantes a las que me habían invadido hacía un rato. Nos abrazamos, lo que habíamos hecho era muy, muy grande.

Al poco rato llegó una segunda barca, diciendo que se iba a hacer de noche, que era muy difícil que David lo consiguiera, y que lo más sensato era que abandonara. Estaba claro que ni Martí y yo se lo íbamos a pedir. Creo que en ocasiones así debe ser uno mismo el que decida, y que si quiere seguir intentándolo, si no hay riesgo para nadie, tiene todo el derecho a hacerlo. La travesía no tenía tiempo de corte, y lo único que realmente era crítico era que se llegara a hacer de noche. Por lo demás, si David quería nadar, pues que nadara.
Desde la barca que acababa de llegar me gritaron para que subiera y llevarme a Calella. Si David decidía parar, no era muy seguro ir 5 personas en la barca de avituallamiento, así que cambié de barca y tomamos rumbo a Calella, dejando atrás a Walter, Ari, Martí y también a David en su intento de conseguirlo.

Una vez en la barca me di cuenta realmente de lo que le faltaba… Calculo que tardamos unos 20 minutos en llegar al cabo de Sant Sebastià, salpicados por las olas y con mucho viento. 15 minutos más en llegar a Calella. Las condiciones eran iguales todo el rato, así que imaginé que David no iba a tardar menos de 4 horas si lo conseguía, con el riesgo que se le hiciera de noche… ¡¡¡Con un par!!!

Llegué a Calella, donde la sensación era de tranquilidad, y reflejaba muy poco las condiciones que habíamos vivido fuera. Salieron a recibirme Jose, que se había metido una buena paella entre pecho y espalda para hacer tiempo, Marta, la mujer de David, y Blanca, una amiga de Jose a la que se encontraron por casualidad. Cuatro irlandeses que estaban por allí, y un par de personas de la organización. En mi mente me sorprendía el contraste entre la tranquilidad de la llegada y lo que debía estar luchando David.

Blanca tenía casa allí, y me ofreció una ducha caliente. ¡¡Qué mejor recompensa para el palizón que me había dado!! Cuando acabé bajé a la playa y justo acababan de llegar Martí y David. David había aguantado 40 minutos más en el agua. Debe tener raíces mañas, seguro. Esta vez no habíamos conseguido el objetivo. Habíamos nadado 10 horas seguidas, el doble de lo que necesitamos para cruzar el Estrecho, y en ese tiempo habíamos recorrido incluso menos distancia, calculo que unos 18 km. De todos modos estábamos contentos porque vimos que el cuerpo todavía no había dicho basta. Disfrutamos toda la travesía hasta el final, y supimos que éramos capaces de estar todo ese tiempo braceando y que podíamos estar más. No habíamos descubierto cuál es nuestro límite, y por qué no, siempre nos quedará la épica para contarlo, al menos hasta el año que viene, cuando volvamos a intentarlo.


De los 40 nadadores que salimos de Medes sólo 5 consiguieron llegar a las islas Formigues. Los tres primeros en 9 horas y media, un cuarto en 11 horas, y el último nadador lo hizo de noche después de casi 13 horas de nado. Este seguro que se lo contará a sus nietos. Mi más sincera admiración a los 5. Después de todo el esfuerzo para vencer la corriente que fue contraria en todo el recorrido, y al final el oleaje y viento, la pregunta que nos hacemos es por qué la organización no planteó la prueba en sentido contrario. Tener algo a favor de vez en cuando también se agradece.